Mundos Conectados

La mineralidad a ambos lados del océano: cuando los suelos hablan en el vino

A menudo describimos los vinos como minerales — pedernales, salinos, volcánicos, pedregosos — pero ¿qué significa realmente? Como mencionamos en Blog XV, las vides no absorben minerales de manera literal; más bien, los suelos determinan la retención de agua, la profundidad de las raíces, el equilibrio térmico y la vida microbiana. Todo ello influye en la maduración de la uva, su acidez y su expresión aromática.

De algún modo, el “sabor a piedra” es una metáfora, pero los paisajes bajo las vides son muy reales, y no cabe duda de que los nutrientes y la naturaleza del suelo aportan carácter y estructura al vino.

Aunque es difícil precisar cuánto y cómo la tierra y la copa están conectadas, resulta fascinante descubrir cómo los suelos de las Américas reflejan a menudo a los de Europa. Según los científicos, cuando existía Pangea, los continentes compartían formaciones geológicas que luego quedaron separadas por los océanos. Hoy, miles de kilómetros de distancia no impiden que ciertas regiones vitivinícolas compartan parentescos geológicos y, con ellos, vinos que resuenan de formas inesperadas. Hoy, vamos a explorarlos.

 

Fuego volcánico: Canarias, México y los Andes

Los volcanes se forman principalmente de tres maneras:

  • cuando una placa tectónica se introduce bajo otra en un límite convergente, lo que derrite la roca y genera magma que asciende a la superficie,

  • en los límites divergentes, donde las placas se separan y permiten que el magma aflore,

  • o en los llamados puntos calientes, donde columnas de magma atraviesan una placa estable, sin depender de los bordes tectónicos.

De estas erupciones surgen materiales como tobas y basaltos, ricos en nutrientes. Muchos sostienen que los suelos volcánicos aportan a los vinos una mineralidad ahumada, frescura vibrante y taninos elegantes gracias a su excelente drenaje.

Ejemplos entre América y Europa:

  • Islas Canarias (Tenerife, Lanzarote, Gran Canaria): suelos negros, arenosos o rocosos que producen vinos con notas ahumadas, salinas y una acidez eléctrica.

  • Centro de México (Puebla, Michoacán, Colima, Estado de México): suelos volcánicos que dan profundidad terrosa y tensión viva a Tempranillo, Syrah y bases para espumosos.

  • Andes (Mendoza, Argentina; Chile Central): cenizas y escombros volcánicos en altitud que originan Malbec, Cabernet y Carmenère con mineralidad marcada y frescura estructural.

En la copa: blancos y tintos volcánicos de Canarias, México y los Andes comparten esa energía mineral casi táctil — ideales para carnes a la parrilla, chiles y hongos terrosos.

 

Ecos de caliza: Borgoña, Nuevo México y Valle de Uco

Los suelos de caliza provienen de la descomposición de la roca caliza, compuesta sobre todo por carbonato de calcio. Esta roca se formó hace millones de años a partir de conchas y restos de organismos marinos, o bien por precipitación directa de minerales en el agua. Con el tiempo, procesos de erosión la transformaron en suelos alcalinos, ricos en minerales, que suelen encontrarse en antiguos fondos marinos elevados por movimientos geológicos.

Estos suelos dan vinos con acidez brillante, una mineralidad marcada y un perfil lineal y preciso. Son célebres en regiones como Borgoña, Champagne y el Loira, donde variedades como Chardonnay, Pinot Noir y Sauvignon Blanc muestran frescura y finura excepcionales.

Ejemplos en ambos hemisferios:

  • Borgoña (Chablis, Côte d’Or): calizas y margas jurásicas que aportan tensión y longevidad a algunos de los blancos más célebres del mundo.

  • Mimbres Valley, Nuevo México: parcelas calcáreas que dan un Chardonnay sorprendentemente fresco en un clima cálido, seco con un invierno fuerte.

  • Valle de Uco, Mendoza: suelos de caliza y arcilla-caliza que producen Malbec, Chardonnay y Pinot Noir con precisión y tensión.

En la copa: un Chablis, un Chardonnay de las montañas de Nuevo México y un Malbec del Valle de Uco comparten una mineralidad calcárea vibrante, perfecta para mariscos o vegetales asados con delicadeza.


Pizarra y esquisto: Alemania, Ribeira Sacra, Priorat, y Patagonia

La pizarra y el esquisto derivan de la transformación de lutitas (shale) bajo calor y presión durante la formación de montañas. La pizarra surge con menor temperatura y presión, mientras que el esquisto requiere condiciones más intensas, lo que reorganiza los minerales y acentúa su estructura.

Estos suelos suelen dar vinos tensos, estructurados y con notas minerales distintivas: desde Riesling del Mosela hasta Mencías de Ribeira Sacra, Pinot Noir en Oregón, Syrah en el Ródano Norte o Garnachas del Priorat. La pizarra retiene calor y aporta aromas pedregosos, mientras que el esquisto, más fresco, preserva acidez y energía vibrante.

Ejemplos destacados:

  • Mosela y Ribeira Sacra (Alemania y España): pendientes de pizarra y esquisto que intensifican la tensión y los aromas minerales en Riesling y Mencía.

  • Priorat, España: suelos de esquisto y pizarra negro con el apodo de Licorella dan vinos con acidez viva y mineralidad.

  • Patagonia (Río Negro, Argentina): suelos glaciares de pizarra y esquisto que producen Pinot Noir y Merlot de perfil elegante y mineral.

En la copa: un Riesling del Mosela, una garnacha de Priorat, y un Pinot Noir patagónico comparten esa “vibración pedregosa” que eleva los sabores y refuerza la frescura.


Arcilla, hierro y arena: Rioja, Guanajuato, Burdeos y Chile

Suelos arcillosos con una base de caliza. Fuente www.cephas.com

La arcilla, la arena y los suelos ricos en hierro se forman por la descomposición de rocas y minerales a través de procesos físicos y químicos. La arcilla surge de reacciones químicas que alteran la roca, la arena de la fragmentación física, y el hierro por procesos de oxidación que colorean y enriquecen las capas del suelo.

Ejemplos comparativos:

  • Rioja Alavesa: suelos arcillo-calcáreos que producen Tempranillos elegantes de taninos sedosos.

  • Dolores Hidalgo, Guanajuato: suelos con arcilla y hierro que originan tintos estructurados (Cabernet, Nebbiolo) de taninos firmes pero aterciopelados.

  • Burdeos (Médoc, Graves, Margen Izquierda): arenas sobre terrazas de grava que dan Cabernet Sauvignon aromáticos, elegantes y fluidos.

  • Valles del Maule y Colchagua, Chile: arenas costeras que aportan fineza y claridad aromática a Cabernet y Carmenère, mientras que las arcillas refuerzan estructura.

En la copa: la arcilla da hondura y cuerpo, la arena elegancia y ligereza. En Burdeos, Guanajuato o Chile, la diversidad de suelos dentro de una misma región genera un abanico de estilos: desde vinos robustos y terrosos hasta perfiles delicados y refinados.

Arenas a través de las Américas: Rueda, Valle de Parras, California y Chile

Viñedos arenosos de  Colares, Portugal. Fuente: winefolly.com

 

Los suelos arenosos, formados por la fragmentación de granitos o areniscas, presentan partículas grandes que retienen poca agua y nutrientes. Su textura dificulta la supervivencia de la filoxera, lo que explica que algunas de las viñas más antiguas del planeta aún vivan en ellos. Estos suelos también pueden formarse en depósitos glaciares o aluviales, ricos en arena gruesa.

Ejemplos en ambos continentes:

  • Rueda (España): suelos arenosos que salvaron al Verdejo de la filoxera, con vinos aromáticos de notas cítricas y de hinojo.

  • Valle de Parras, Coahuila (Casa Madero): arenas que permiten Cabernet y Syrah frescos en un clima desértico.

  • California (Napa, Sonoma): parcelas arenosas que producen blancos expresivos (Sauvignon Blanc, Chardonnay) y tintos elegantes.

  • Chile (Casablanca, Maipo, Colchagua): arenas en terrazas aluviales que originan Cabernet y Carmenère de gran frescura y fineza.

En la copa: los vinos de arena son perfumados, ligeros y frescos — perfectos con hierbas, vegetales asados y especias suaves. En Burdeos y en América, los suelos arenosos muestran la misma sutileza aromática.

 

¿Por qué importa la mineralidad para los viticultores?

El viticultor no solo cultiva uvas: busca capturar la esencia de la tierra. Los suelos influyen en la disponibilidad de agua, la temperatura, la profundidad de raíces y la vida microbiana, lo que define la maduración de la uva y su perfil sensorial.

Expresar el suelo en un vino es transmitir un sentido de lugar, historia y clima que no puede replicarse en otro sitio. Lograrlo exige sensibilidad hacia lo que ocurre en el viñedo y sus alrededores. Mostrar la tierra en la copa es un gesto de respeto y artesanía.

En México, Chile, Argentina, Europa o cualquier rincón del mundo, los viticultores convierten las propiedades invisibles de un viñedo en una historia líquida: vinos que hablan de suelo, clima y cuidado humano.





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